Vuelvo a escribir en la web. Me ha sorprendido darme cuenta de que mi última entrada fue en diciembre de 2022. Pienso que el tiempo pasa muy deprisa y, a la vez, parece que fue ayer.
Retomo la escritura porque este verano recibí un feedback muy bonito sobre una entrada que publiqué hace años: “No me da la vida”. Si soy sincero, al leer el comentario esperaba una crítica, unas palabras que vinieran a decir que lo que contaba aquella entrada no tenía mucho sentido. De ahí mi sorpresa. Esto me hizo reflexionar durante el verano sobre esta voz crítica internalizada que da por hecho que lo que uno escribe o muestra al mundo siempre va a ser cuestionado.
Me he preguntado este verano sobre qué escribir: ¿temas de paternidad, de Trabajo de Procesos, experiencias personales? Al hacerme estas preguntas noto la presencia de esa voz crítica y pienso en la cantidad de mensajes inconscientes que me lanza durante el día, y en lo limitante que pueden ser. Me pregunto: ¿qué cosas dejo de hacer por esta razón?
Voy a realizar un trabajo interior sobre este proceso.
Al ponerle nombre, lo noto con más claridad y siento mis límites en este mismo momento.
Cierro los ojos, le doy más espacio y me viene a la mente una figura, una imagen de mí mismo empujando con los brazos, haciendo fuerza, como echando fuera algo que no consigo ver. Es una especie de figura protectora. Vuelvo a cerrar los ojos y la percibo aún más. La despliego dentro de mí, tenso mis brazos para sentirla mejor y noto el espacio que se genera entre mis brazos y mi torso. Me gusta sentir este espacio, notarlo. En este momento me entra curiosidad por aquello que estoy apartando.
Voy a darle espacio a esa parte. Quizá pueda traerme información relevante. Me noto un poco mareado, pero puedo estar presente y seguir escribiendo.
Al enfocarme más, aparece una figura que aprieta. Noto mis manos cerrándose, apretando con fuerza. Tomo un cojín para sentir mejor esta energía que presiona. La noto más intensa y mis pensamientos se desvanecen. ¡Ahhh! Es un poco difícil sostener esto, es una energía que no me gusta, siento que estoy en un límite.

Lo vuelvo a intentar. Ahora percibo la fuerza en mis manos, en mis brazos y en todo mi cuerpo. Se expande y esto me ayuda a vivir la experiencia con más claridad. Me levanto para sentirla con más intensidad. Al notarla en todo mi cuerpo aparece la cualidad de la presencia: enraizada, fuerte.
Entonces mi mente empieza a pensar que se parece mucho a la figura que empuja. Hay algo similar, algo que tiene fuerza. Me pregunto qué tiene que ver esto con “retomar”. ¿Qué significa retomar desde esta cualidad? Vuelvo a hacer la figura para conectar con mi cuerpo y mi experiencia de forma más profunda. Siento algo de mareo y me pregunto: ¿estoy en un límite o estoy tocando algo que aún no sé nombrar? Lo repito otra vez y ahora noto una especie de onda que se transmite de mí hacia fuera, con un ritmo, como una especie de sonda. Me viene una frase: “Estar abierto al feedback”. Percibo el sentido de la frase, no de forma racional, sino sensorial: la comunicación como un flujo, como un proceso.
Me siento con más libertad para escribir, comunicar, hacer cosas… Desde esa libertad quiero invitaros a participar en el próximo seminario sobre Trabajo Interior que voy a cofacilitar con mi compañero Sergi Barrientos, de la Escuela de Trabajo de Procesos.













